— PERO A VER, ¿QUÉ ES LO QUE NO ENTIENDES?
— Pues que si no existes, ¿cómo es que estoy aquí, hablando contigo?
— ES MUY SENCILLO: SOY UN CONSTUCTO MENTAL, ¿BIEN?
— No, pero sigue a ver.
— ESTOY AQUÍ PORQUE TÚ CREES EN MI, Y POR ESO PUEDES HABLAR CONMIGO.
— Pero tú no eres Dios para que ande yo creyendo en tí. La muerte existe, crea yo en ella o no.
— LA MUERTE ES UNA ABSTRACCIÓN. ES COMO LA OSCURIDAD O EL FRÍO: ES LA AUSENCIA DE ALGO, DE VIDA. ¿EXISTE REALMENTE ALGO QUE SE DEFINE COMO LA AUSENCIA DE OTRO ALGO?
— Joder, qué complicado es esto. Si llego a saber que lo de morirse traía rompecabezas metafísicos consigo seguía vivo.
— BUENO, A VER, QUE TE HAS CAÍDO POR LAS ESCALERAS. LO DE MORIRTE NO LO ELIGES, TE TOCA. ADEMÁS, TODAVÍA ESTÁS VIVO.
— Perdona, ¿cómo que estoy vivo? Si estoy aquí hablando contigo, y mi cuerpo está ahí tirado en el suelo.
— SI ESTUVIESES MUERTO, NO ESTARÍAMOS HABLANDO.
— Francamente, preferiría que no estemos hablando, me estás dando dolor de cabeza.
— CREO QUE ESO HA SIDO MÁS BIEN LA CONMOCIÓN POR LA CABEZA, PERO SI ES LO QUE QUIERES, ADIÓS, TE VAS.
— ¿No sería "me voy"...?
El esqueleto de dos metros que tenía delante estiró el brazo y me tocó en la frente.
— NO.
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