Ayer se cayó Cloudflare. Para los que no lo sepan, Cloudflare es una empresa que provee todo un conglomerado de servicios que actúan exactamente entre el dominio (la dirección de internet que escribe el usuario) y el servidor (que es quien recibe la solicitud del usuario). La amplia gama de esos servicios (caché, antibots, firewall, etc) y el hecho de que muchos se ofrezcan gratuitamente lo ha vuelto extremadamente popular, hasta el punto de que entre un tercio y la mitad de las webs de internet lo usan.
En España, por desgracia, Cloudflare ha empezado a ser conocido este último año por el público en general debido a que un tal Tebas, dueño o jefe o presidente o qué sé yo de LaLiga, una empresa que gestiona la liga de fútbol española, ha convencido a algún juez ignorante de que la culpa de la piratería de los partidos de fútbol es de Cloudflare, por lo cual cada vez que hay partido nos bloquean medio internet a un montón de gente que pasamos de ese deporte. Disculpad cualquier inexactitud, ignoro casi todo del mundo del fútbol y sólo he aprendido los nombres de Tebas y LaLiga desde que nos secuestran internet cuando les da la gana.
Hoy, Cloudflare ha publicado una larga explicación sobre la debacle de ayer. Resulta que no fue un ataque ni un accidente ni nada parecido: fue un error de programación inocente, cuyos efectos sólo se hicieron sentir en condiciones reales y que por tanto superó todas sus pruebas antes del despliegue. Para quien quiera leerselo, lo han publicado aquí: Cloudflare outage on November 18, 2025
Esto me ha hecho pensar en el tema de las responsabilidades, en cómo se tiene que sentir el pobre programador cuyo error ha tenido unas consecuencias totalmente desmesuradas, y en cómo hemos llegado hasta aquí.
Una increíble cantidad de trabajo, esfuerzo y dinero dentro de cualquier empresa un poco grande va dedicada íntegramente a la gestión de responsabilidades. Es un elemento que se menciona poco cuando se habla de capitalismo, porque el debate suele estar siempre centrado en el dinero, pero las responsabilidades explican muchas decisiones que si no serían contraintuitivas.
Por ejemplo, las empresas suelen preferir Microsoft o Apple al mundo libre. Gastan miles, cientos de miles de euros en licencias de software que ni es mejor ni es más eficiente que sus análogos libres. El único motivo es que, si algo va mal, saben a quién echarle la culpa, a quién pedir explicaciones.
Las empresas consultoras, esas que proveen de trabajadores a otras empresas, son otra forma de gestión de responsabilidades. Es más caro contratar a una empresa que a su vez contrate a un trabajador de lo que sería contratar directamente al trabajador. La ventaja es meramente que, si hay cualquier problema, la culpa es de la consultora, el marrón se lo come ella, mientras que la empresa contratante queda exenta de responsabilidad.
Esto, curiosamente, nos lleva a un mundo en el que hay una concentración desmesurada de responsabilidades en algunas cosas altamente especializadas, y una dilución absoluta de responsabilidades en cosas más accesibles.
Cloudflare es un ejemplo de lo primero: todo el mundo ha delegado la responsabilidad de que se le caiga la web por ataques de bots a una misma empresa, que de pronto lleva el peso de un montón de gente que se ha despreocupado.
Uber y Glovo son ejemplos de lo segundo: estas empresas de transporte y de reparto han delegado su responsabilidad en sus trabajadores individuales, contratados como autónomos y que se comen todos los marrones.
Personalmente, la gestión de responsabilidades es lo que peor llevo en mi vida. Tengo muy mal regulado el sistema de atribuciones, de modo que todo lo malo es mi responsabilidad y todo lo bueno viene de fuera. Por tanto, me entra pánico si cualquier cosa que haga causa problemas. De hecho, si puede llegar a causarlos. Toda mi vida laboral ha sido una lucha contra eso, porque en mi mente, en el momento en el que acepto dinero por un trabajo, asumo toda la responsabilidad, y no puedo con tanta. Lo voy llevando, como puedo, y poco a poco.
Pero ni loco me encontraréis trabajando para una empresa como Cloudflare. Si algún día por avatares del destino me encontrase en una situación similar, el estrés me causaría un infarto o un ictus salvadores que me librarían de ello.